Tauro: significado del trabajo de Hércules

El relato del mito de Tauro aunque breve, viene sobrecargado de simbolismos que amagan múltiples claves de profunda actualidad.

Esencialmente, el segundo trabajo que se le encomendó a Hércules consistió en que fuera a la isla de Creta para capturar al toro y conducirlo al Lugar Sagrado en el continente.

El toro en la isla representa al hombre común, regido habitualmente por la ley de atracción, es decir, que su vida es regida por los instintos, por los impulsos y por las emociones.

El toro es un animal vehemente e impulsivo, es por ello que simboliza al hombre ocupado en satisfacer sus deseos materiales: fundamentalmente físicos y emocionales.
Asimismo debemos resaltar que el toro, en el mito, se ubica en una isla y por lo tanto está rodeado de agua y, como sabemos, el elemento agua es la manifestación del mundo emocional. De esta forma, podemos interpretar que como en el mito, muchos hombres y mujeres viven como toros atrapados en la tierra del deseo (isla), encontrándose emocionalmente aislados, separados del grupo, del resto de aquella parte de la humanidad autoconsciente, que se halla en el continente.

Otro rasgo destacable del escenario que nos presenta este mito es que, en la misma isla, se ubicaba el laberinto del Minotauro. El laberinto ha sido siempre el símbolo de la gran ilusión que aturde, confunde y enreda a los hombres, el laberinto al cual se ven atraídos con la intención de  alcanzar un efímero tesoro.

Podemos decir pues, que todos tenemos una o más partes que son como un toro, que nos llevan a comportarnos de forma temperamental y ciegos en nuestro avance,que nos hacen vivir en ocasiones engañados, aturdidos por la falsa consecución de deseos y expectativas forjadas a la sombra de nuestra personalidad.

Para surgir de esa ilusión y de la separación de nuestra realidad superior, debemos de guiarnos como Hércules, controlando, montando y dominando al toro con nuestra mente, para así conducirnos en medio de las emociones -cruzando el mar- y entregándolas a nuestra Alma.

La liberación de la Ley de Atracción tan sólo sobrevendrá cuando consigamos transmutar el deseo en aspiración. O lo que es lo mismo, sustituyendo progresivamente la satisfacción en los deseos materiales por el deseo de valores espirituales.

La transmutación del deseo en aspiración debe de elevar la energía del centro sacro (Svadhistana) al centro laríngeo (Visuddha) mediante el correcto uso de la palabra.

Conforme vayamos practicando y experimentando esta transmutación, brillará cada vez más nuestra estrella fulgurante en el entrecejo (Ajna), que como al toro en el mito (estrella Aldebarán de la Constelación de Tauro) nos iluminará el camino aún en la más plena oscuridad, disipando espejismos e ilusiones y guiándonos al Templo donde en tierra firme se halla nuestra alma.

Es allí, en tierra firme, donde nos esperan desde edades pretéritas, los tres cíclopes que encarnan los tres aspectos aspectos de la divinidad o de la Tríada espiritual: Voluntad, Amor y Sabiduría, para ser conducidos al Templo Sagrado.

Hombres y mujeres debemos ir respondiendo a la Luz cósmica para encontrar el camino de regreso a tierras sagradas: la ceguera del deseo debe dar lugar a la visión, para así enfocar la Verdad y disipar los espejismos.
No es de extrañar pues, que la nota clave del signo de Tauro sea:  “Yo veo y cuando el ojo está abierto, todo se ilumina”.

Josep Gonzalbo